Una ciudad sin ascensores sería bastante diferente a la que conocemos hoy en día, ya que la invención del ascensor ha sido fundamental para el desarrollo de las ciudades modernas, construir edificios más altos y eficientes, y mejorar la accesibilidad y la calidad de vida de las personas. Su importancia es innegable: son medios que promueven la inclusión, la comodidad y la eficiencia en nuestras vidas.
Si no hubiera ascensores, el cambio partiría de la arquitectura y la forma de diseñar los espacios urbanos, ya que los edificios estarían limitados en altura y esto significaría que la mayoría de los edificios residenciales y comerciales no superarían los 5-6 pisos. La falta de ascensores obligaría a las ciudades a expandirse horizontalmente, y esto podría llevar a una mayor ocupación de terrenos y la necesidad de una infraestructura de transporte más extensa para conectar diferentes áreas de la ciudad. Las ciudades podrían parecerse más a las antiguas ciudades europeas, con edificios bajos y calles estrechas.
En relación con la salud y bienestar, la inexistencia de ascensores podría tener un impacto positivo en la condición física ya que subir escaleras regularmente podría mejorar la salud cardiovascular y la fuerza muscular de las personas. Sin embargo, también podría ser agotador, además de generar grandes desafíos de movilidad para personas con movilidad reducida o algún tipo de discapacidad que tendrían dificultades para acceder a pisos superiores, lo que podría limitar sus opciones de vivienda y empleo.
Si además se trata de transportar objetos pesados, el hecho de no contar con ascensores dificultaría enormemente el traslado de muebles, equipos médicos y otras mercancías necesarias que requerirían grandes esfuerzos físicos.
Respecto a la economía, construir edificios más bajos podría reducir los costes de construcción en términos de materiales y diseño. Sin embargo, la necesidad de más terreno podría incrementar los costes del terreno, especialmente en áreas urbanas densamente pobladas. Esto podría llevar a un aumento en los precios de la vivienda y a una mayor desigualdad económica.
En la vivienda, se generaría una preferencia por los pisos bajos ya que pasarían a ser más demandados y, por lo tanto, más caros debido a su accesibilidad. Las personas podrían preferir vivir en edificios más bajos o en casas unifamiliares. La falta de ascensores podría llevar a una mayor segregación, con personas con movilidad reducida o mayores viviendo en pisos bajos y personas más jóvenes y saludables en pisos superiores. Y al igual que con la vivienda, en el trabajo, educación, compras y ocio, ocurriría algo similar.
Es evidente que nuestras ciudades sin ascensores serían muy diferentes a las actuales y plantearían retos significativos, pero también oportunidades para innovar y crear entornos más saludables y accesibles ya que la planificación urbana tendría que adaptarse para acomodar una mayor expansión horizontal y para asegurar que todos los ciudadanos tuviesen acceso a los servicios y viviendas que necesitan.